El socialismo sigue viajando, imparable, por las entrañas de América Latina. A las victorias de Lula Da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile, Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafel Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, se une ahora la del izquierdista salvadoreño Mauricio Funes, líder de los antiguos guerrilleros del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) que derrotó anoche en una ajustada victoria electoral, a la conservadora Alianza Republicana Nacionalista y su reinado de veinte años al frente del país centroamericano. La victoria de Funes es en realidad doble. Es un hombre joven, moderado y que habla de Dios, en un partido de guerrilleros, de antiguos ex combatientes que hace tan sólo dos años preferían la lucha armada a la política, y que ayer, sus máximos representantes, con la casaca guerrillera puesta, escuchaban atentos justo detrás a su joven líder hablando de paz y reconciliación y alabando el civismo electoral de unas fuerzas armadas que hace muy poco perseguían y asesinaban a los viejos comandantes, que ahora, tras su líder, se limitan a escuchar.
La campaña de difamación de la Alianza, que tras tildar a Hugo Chávez de dictador, acusó a Funes de pretender vender el país al "comunismo radical", no ha surtido efecto y se derrumbó nada más confirmarse la victoria. En un discurso donde Funes hizo buen uso de sus tablas como antiguo corresponsal de la CNN, el nuevo presidente habló de un acercamiento a la administración Obama y de su predisposición a la firma de un acuerdo bilateral de inmigración con un país que alberga en sus fronteras a más de dos millones de salvadoreños, que además es el primer socio comercial y cuyas remesas suponen el 17% del PIB de El Salvador.
No es esta la única tarea pendiente del nuevo gobierno, ni la más difícil, ni siquiera la más urgente. Tras 20 años de gobierno de la derecha, Funes hereda un país quebrado por la guerra, con un 38 % de la población viviendo en la pobreza, una inflación galopante y las maras (pandillas callejeras), tiñiendo las calles de sangre con más de 3000 asesinatos al año.
La receta liberal, impulsada por los conservadores con la inestimable colaboración-saqueo de EE.UU y las potencias europeas, ha fracasado y aunque el camino, sin duda, será largo y espinoso, el socialismo ha pasado en El Salvador de delito a utopía, de utopía a relidad y de realidad a esperanza.
América Latina se tiñe de rojo.
Foto: Reuters
La campaña de difamación de la Alianza, que tras tildar a Hugo Chávez de dictador, acusó a Funes de pretender vender el país al "comunismo radical", no ha surtido efecto y se derrumbó nada más confirmarse la victoria. En un discurso donde Funes hizo buen uso de sus tablas como antiguo corresponsal de la CNN, el nuevo presidente habló de un acercamiento a la administración Obama y de su predisposición a la firma de un acuerdo bilateral de inmigración con un país que alberga en sus fronteras a más de dos millones de salvadoreños, que además es el primer socio comercial y cuyas remesas suponen el 17% del PIB de El Salvador.
No es esta la única tarea pendiente del nuevo gobierno, ni la más difícil, ni siquiera la más urgente. Tras 20 años de gobierno de la derecha, Funes hereda un país quebrado por la guerra, con un 38 % de la población viviendo en la pobreza, una inflación galopante y las maras (pandillas callejeras), tiñiendo las calles de sangre con más de 3000 asesinatos al año.
La receta liberal, impulsada por los conservadores con la inestimable colaboración-saqueo de EE.UU y las potencias europeas, ha fracasado y aunque el camino, sin duda, será largo y espinoso, el socialismo ha pasado en El Salvador de delito a utopía, de utopía a relidad y de realidad a esperanza.
América Latina se tiñe de rojo.
Foto: Reuters
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