El 5 de junio de 2005, un domingo de resaca en un mugriento piso de estudiantes de un pueblo de Madrid, vi, sin demasiadas espectativas, el primer capítulo de Lost (nada de Perdidos). Afortunadamante, TVE maltrató desde el principio el formato, y digo afortunadamente porque aquello me obligó a la versión original subtitulada y me alejó para siempre del esperpéntico doblaje. Cuatro años, once meses y diecinueve días después, en un piso de soltero medianamente decente de Gijón, he visto el último capítulo de lo que es a partir de ahora historia de la televisión y de la buena. Lost ha sido durante todo este tiempo un elemento más en mi vida, seguramente banal, pero tan importante como para dedicarle cada semana 45 minutos de una vida en un mundo que no para.
No me acuerdo del humo negro ni tampoco de Jacob y ni siquiera de la isla. Recuerdo a Jack y a Kate y la cara de Jack cuando vió a a Kate con Sawyer. Y a Hugo besando a Pam. Cuando jugaron al golf y se olvidaron por un instante de todo. Y a Charlie despidiendose de Claire antes de morir por ella. Me acuerdo de Lock gritando, "no me digas lo que no puedo hacer" y a Desmond corriendo por la isla. A Sawyer intentando salvar a Julliet antes de que la bomba me hiciera gritarte "noooooooo" a la televisión. Y a Jim aprendiendo a hablar inglés y a Sun buscándole sin descanso.
Uno de mis personajes favoritas era Eko y de él casi nadie se acuerda. Sayid ha torturado buscado y amado a la misma mujer y también me acuerdo de ella, Nadia.
Uno de mis personajes favoritas era Eko y de él casi nadie se acuerda. Sayid ha torturado buscado y amado a la misma mujer y también me acuerdo de ella, Nadia.
Ahora que todo ha terminado, recuerdo a los amigos con los que he disfrutado de cada capítulo, siempre en compáñia. Todas las semanas que creíamos haber resuelto el misterio y los maratones de ocho horas repasando capítulos anteriores. Y recuerdo aquella vez que gritamos como gorilas en celo cuando Sawyer por fin le quitó la camiseta a Kate en la jaula.
Cuando tenía siete años fui con mis padres al cine a ver el Rey León y al finalizar había vivido uno de los momentos más dolorosos de mi vida. Hace tan sólo unas horas que he terminado de ver Lost y ni siquiera me acuerdo del final, porque las lágrimas me han empañado los ojos al ver de nuevo morir a Mufasa.
Cuando tenía siete años fui con mis padres al cine a ver el Rey León y al finalizar había vivido uno de los momentos más dolorosos de mi vida. Hace tan sólo unas horas que he terminado de ver Lost y ni siquiera me acuerdo del final, porque las lágrimas me han empañado los ojos al ver de nuevo morir a Mufasa.
1 comentarios:
Estoy contigo, suena raro decir esto, pero para mí ponerle un final a perdidos ha sido más que doloroso. Seremos la generación que vivió Lost.
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