Comentaba Jesús Vázquez, todavía con la mitad del país cachondo, su deseo de que Interviú, después de estrenarse, continuara alternando teta con pectoral en la portada. O el presentador se explicó mal o el semanario amarillista debe pensar que la teta mejor joven y firme y el pectoral no tanto. Con la líbido todavía en auge y esperando la próxima descarga de testosterona musculada, la revista le ha pegado una patada en los genitales al lector, cuando estaba a punto de meterla. Lo que no haría ni un grupo de sesenteras ebrias en una despedida de soltera, lo ha hecho Interviú y ha sacado los billetes a cambio de que Julián Muñoz, aka cachuli y ladrón de prometedora carrera, sacara la picha. Aunque en su atrevimiento de enseñar está mi derecho de criticar, ya que no puedo asegurar que a su edad mi desnudo vaya ser mucho mejor, voy a ahorrarme los símiles de mustio y me centro mejor en el como.
Si Julián Muñoz se declaró insolvente para devolver lo robado, ¿cómo es posible que pueda costearse en Formentera un tostado al sol en yate?. Si hablar de estética resulta difícil con semejante panorama, hablemos de la ética de contemplar al ladrón viviendo la dolce vita mientras la mitad del país pierde su casa por ser honrado. Hablemos de la responsabilidad de los medios de comunicación y de la pérdida de sus funciones. ¿Cómo hemos pasado del formar e informar, al objetivo único de un entretenimiento ni ético ni estético? Desde el momento en que Hearst hizo de la prensa un negocio muy lucrativo, los ciudadanos estamos huérfanos del derecho fundamental de unos medios de comunicación responsables que en lugar de apostar por la formación, lo hacen por la empresa sin importar a quien hacen ricos, siempre y cuando ellos lo sean aún más. Pero si el emisor y el receptor son culpables, el interlocutor que permite la comunicación entre ambos lo es aún más. El negocio no existe sin clientes y ahí estamos nosotros, impasibles, retozando en un enorme contenedor de vísceras, haciéndonos cómplices de la vanagloria de los sin vergüenzas de plató, a los que convertimos en referente. Al fin y al cabo ya es por todos conocidos en este país eso del si fuera yo también lo haría.
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