Ahora que Telecinco ha puesto de moda pagar a delincuentes por una entrevista, parece que algún ex presidiario le ha vuelto a coger el gustillo a las cámaras. El martes pasado, Jesús Quintero entrevistaba en Ratones Coloraos a Mario Conde, ex-presidente de Banesto con las manos largas y hasta hace pocos meses residente habitual de Alcalá Meco. Pese a que El Loco no paga (o al menos nunca lo ha hecho) Conde continuó en la misma línea que cuando cobra, mostrando una imagen entre viudo de España y víctima de una conspiración, demacrado, pero sin olvidar el característico pelo engominado "patrás" y el traje impoluto, como si luchara por seguir manteniendo aquella facha de galán de los noventa, que le ley y los barrotes le han justamente arrebatado. Transcurría la entrevista, entre silencio y silencio, Quintero pregunta y Conde interpreta el melodrama. "¿En qué se ha equivocado?". "Nunca me he equivocado por falta de trabajo, ni por tomarme a broma que detrás de mis decisiones había familias. Me he equivocado al no darme cuenta que la sociedad española era menos valiente de lo que yo pensaba, en mi relación con los políticos..., pero siempre me he equivocado honradamente", afirma rotundo, sin inmutarse, un hombre condenado por apropiación ilícita y estafa, que además, no dudó en autoproclamarse necesario para el mundo. "Ahora, como está la sociedad, las personas que podemos aportar algo, tenemos la obligación de hacerlo". Habló de Aznar y de González, sin rencor, sin aprecio del primero y con cariño del segundo. Ni palabra de Mariano Rubio, aunque tampoco fue preguntado y parco sobre el que fuera su banco. "¿Para que sirvió lo de Banesto?". "Una experiencia, he conseguido grandes amigos...aprendí mucho sobre la fragilidad de las estructuras morales de algunas personas, a no creer en algunos políticos, a ver una sociedad cobarde an algunos casos".
A estas alturas, el discurso resultaba ya indigesto y aunque la maestría de El Loco contuviera momentáneamente las arcadas, el vómito llegó cuando Conde se erigió en tele predicador, barato por cierto, repartiendo moralina a una sociedad que calificó como "vacía de principios morales". Manda huevos como diría el del Yakolev. Si no fuera porque Quintero es un hombre retraido en los gestos, al que el copazo habitual ayuda, diría que el periodista asistía desde un lugar privilegiado a la monserga de este Barrabás encorbatado.
La entrevista llega a su fin y Conde, dándoselas de artista, apunta el remedio para los males de la sociedad. "Me tocó cerrar un congreso de mística en Ávila, donde asistieron ochenta catedráticos, cuarenta de filosofía y otros cuarenta de física. Y un premio Nobel me dijo; señor Conde, tenemos que empezar de nuevo con la enseñanza primaria, tenemos que volver a educar a la gente en valores que nos hagan una sociedad estable".
"¿Hay alguna pregunta que no le he hecho, que le hubiera gustado contestar?". Sonriente, Conde, niega con la cabeza.
A estas alturas, el discurso resultaba ya indigesto y aunque la maestría de El Loco contuviera momentáneamente las arcadas, el vómito llegó cuando Conde se erigió en tele predicador, barato por cierto, repartiendo moralina a una sociedad que calificó como "vacía de principios morales". Manda huevos como diría el del Yakolev. Si no fuera porque Quintero es un hombre retraido en los gestos, al que el copazo habitual ayuda, diría que el periodista asistía desde un lugar privilegiado a la monserga de este Barrabás encorbatado.
La entrevista llega a su fin y Conde, dándoselas de artista, apunta el remedio para los males de la sociedad. "Me tocó cerrar un congreso de mística en Ávila, donde asistieron ochenta catedráticos, cuarenta de filosofía y otros cuarenta de física. Y un premio Nobel me dijo; señor Conde, tenemos que empezar de nuevo con la enseñanza primaria, tenemos que volver a educar a la gente en valores que nos hagan una sociedad estable".
"¿Hay alguna pregunta que no le he hecho, que le hubiera gustado contestar?". Sonriente, Conde, niega con la cabeza.
La entrevista completa, aquí
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