Para los sociólogos somos una generación especialmente atractiva. Tras cuarenta años de dictadura donde el inmovilismo limitaba la evolución de las estructuras sociales, la llegada de la democracia ponía sus esperanzas en una nueva generación nacida libre de las ataduras del pensamiento único. Motivados por el complejo lógico del novato, España emprendió a toda marcha una ardua carrera con la meta puesta en los veteranos de la democracia, las grandes potencias europeas que presumían de prosperidad social. Los que tuvimos la suerte de nacer en democracia, teníamos por tanto la responsabilidad de justificar su valía y convertir a los españolitos en respetados ciudadanos europeos. Y en el empeño nos hemos dejado los codos.
Somos una generación marcada por el "estudia hijo" que nuestras madres, la mayoría amas de casa conocedoras de los inconvenientes de la abstinencia escolar, se afanaban en repetirnos una y otra vez al compás de una clase política que en los 80 ponía su empeño en modernizar un sistema educativo obsoleto. Ahora queríamos relacionarnos con nuestros vecinos, asi que el idioma de los hippies pasó a ser la lengua de Shakespeare y para las madres aprender inglés, en un elemento tan importante como el vaso de leche en el desayuno. A los 18 años terminamos el COU y llegó el momento de elegir carrera. Aunque algunos lo negarán, en aquellos años la universidad era prácticamente una obligación impuesta por unas familias donde en muchos casos el instituto había sido históricamente el techo de la estirpe. Así que fuimos a la facultad, donde ya no se estudiaba, ahora nos preparaban para el acceso a un mercado laboral que nuestros políticos, hinchados de orgullo inmobiliario, nos prometían abundante. Tras cinco años cargando libros, alguna que otra fiesta y hablando malamente inglés, encontrar un trabajo ya no era tan accesible, pero para nuestra tranquilidad y el bolsillo de nuestros papás, un master o un curso de postgrado allanaban el camino.
Hoy algunos tienen 24, otros 26 y muchos ya no cumplen los 30, pero todos tenemos en común un currículum de más de una página que sólo sirve como elemento decorativo en las oficinas del INEM. El esfuerzo de la generación más preparada se paga, en el mejor de los casos, a 1000 euros al mes y muchos nos empezamos a preguntar si poner tierra de por medio sea quizás la única solución para encontrar recompensa más justa.
Somos una generación marcada por el "estudia hijo" que nuestras madres, la mayoría amas de casa conocedoras de los inconvenientes de la abstinencia escolar, se afanaban en repetirnos una y otra vez al compás de una clase política que en los 80 ponía su empeño en modernizar un sistema educativo obsoleto. Ahora queríamos relacionarnos con nuestros vecinos, asi que el idioma de los hippies pasó a ser la lengua de Shakespeare y para las madres aprender inglés, en un elemento tan importante como el vaso de leche en el desayuno. A los 18 años terminamos el COU y llegó el momento de elegir carrera. Aunque algunos lo negarán, en aquellos años la universidad era prácticamente una obligación impuesta por unas familias donde en muchos casos el instituto había sido históricamente el techo de la estirpe. Así que fuimos a la facultad, donde ya no se estudiaba, ahora nos preparaban para el acceso a un mercado laboral que nuestros políticos, hinchados de orgullo inmobiliario, nos prometían abundante. Tras cinco años cargando libros, alguna que otra fiesta y hablando malamente inglés, encontrar un trabajo ya no era tan accesible, pero para nuestra tranquilidad y el bolsillo de nuestros papás, un master o un curso de postgrado allanaban el camino.
Hoy algunos tienen 24, otros 26 y muchos ya no cumplen los 30, pero todos tenemos en común un currículum de más de una página que sólo sirve como elemento decorativo en las oficinas del INEM. El esfuerzo de la generación más preparada se paga, en el mejor de los casos, a 1000 euros al mes y muchos nos empezamos a preguntar si poner tierra de por medio sea quizás la única solución para encontrar recompensa más justa.
3 comentarios:
Joder...que razón tienes...Pero yo aún tengo algo de esperanza, y quiero ver como aquellos que nos hemos pelado los codos preparándonos para entrar en "el mundo laboral", algún día veremos nuestra recompensa, y acabaremos jubilando a más de un señor del ladrillo con mucha menos formación que la mayoría de aquellos nuestros padres o hermanos mayores que no pasaron del instituto, y se creen que se iban a estar haciendo ricos infinitamente...sin aportar nada de nada a esta sociedad (nosotros acabaremos aportando calidad y seso...estoy seguro de ello...)
Con la que está cayendo es impoible no sentirse identificada con tus palabras. Ni yo misma hubiese explicado tan bien el modo en que me siento ahora mismo.
Estafada, esa era la palabra.
Buen blog, por cierto.
Un saludo.
Estafadas somos muchas, sobre todo mujeres. Con el voto cada cuatro años no se arregla el asunto,me gustaría conocer otra alternativa, ya me van quedando pocas.¿tienes alguna alternativa?
Acostumbraba a decirles a mi hijo e hija que nunca una proptesta sin una propuesta...ahora me he quedado sin propuesta. Me gustaría conocer alguna para esta realidad tan deprimente que vivimos en la provincia (Cádiz) y en España. (me dejo lo global que está casi peor)
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