
La campaña de difamación de la Alianza, que tras tildar a Hugo Chávez de dictador, acusó a Funes de pretender vender el país al "comunismo radical", no ha surtido efecto y se derrumbó nada más confirmarse la victoria. En un discurso donde Funes hizo buen uso de sus tablas como antiguo corresponsal de la CNN, el nuevo presidente habló de un acercamiento a la administración Obama y de su predisposición a la firma de un acuerdo bilateral de inmigración con un país que alberga en sus fronteras a más de dos millones de salvadoreños, que además es el primer socio comercial y cuyas remesas suponen el 17% del PIB de El Salvador.
No es esta la única tarea pendiente del nuevo gobierno, ni la más difícil, ni siquiera la más urgente. Tras 20 años de gobierno de la derecha, Funes hereda un país quebrado por la guerra, con un 38 % de la población viviendo en la pobreza, una inflación galopante y las maras (pandillas callejeras), tiñiendo las calles de sangre con más de 3000 asesinatos al año.
La receta liberal, impulsada por los conservadores con la inestimable colaboración-saqueo de EE.UU y las potencias europeas, ha fracasado y aunque el camino, sin duda, será largo y espinoso, el socialismo ha pasado en El Salvador de delito a utopía, de utopía a relidad y de realidad a esperanza.
América Latina se tiñe de rojo.
Foto: Reuters
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