01 agosto 2010

Mujeres Ricas



Vivimos en crisis aunque no todos se hayan dado cuenta. Hay unos pocos privilegiados que siguen haciendo acopio de riqueza. Esos mismos que van a galas benéficas, organizadas en restaurantes de lujo y disfrazados de dinero en tela, con la última mierda en la mano para que otros ricos jueguen a las subastas en pos de los más necesitados. Algo así como comerse las gambas y regalar las cabezas.

Decía Wyoming con la maldad habitual, que los ricos son el referente de la clase media y sus vidas las que todos desean. Como uno se excita más cuanto menos sexo tiene, los ricos se han puesto en el escaparate a enseñar las vergüenzas y sorprendentemente nos hemos quedado mirando. La causa de esta crisis es precisamente la obscenidad de esos pocos que se reparten la riqueza de todos y cuya desvergüenza ahora les permite dejarnos girar la cabeza para que veamos en imagen digital y con sonido envolvente como nos dan por culo. Pero el capitalismo ha podrido tanto al ser humano que en lugar de matar al violador, miramos fijamente con la esperanza de algún día estar al otro lado.

La riqueza garantiza el control de la las opiniones, y los poderosos han implantado un pensamiento único que les mantiene indemnes; lo suficientemente lejos para que nadie les pueda tocar y lo suficientemente cerca para que todos les puedan desear. Para la mayoría salir de la crisis es revivir ahogado por una hipoteca, con un sueldo mísero y unas condiciones laborales cada vez más precarias, pero al fin y al cabo ese es el punto de partida del sueño capitalista que les han prometido y que con casi todo seguridad nunca alcanzarán. Una casa de mil metros cuadrados con muebles blancos, un divorcio prematuro con buena pensión y un marido que deja un bonito cadáver y una mejor herencia. Un perro en el jardín y un par de niños rubios y políglotas. Una vida de muchos continentes y poco contenido.

El capitalismo es como la religión; un modelo que se ha demostrado a sí mismo fracasado, pero que subsiste gracias al aborregamiento de las masas y un paraíso prometido a donde ni siquiera llega Dios. Las mujeres ricas se ponen en el escaparate porque en tiempos de crisis los sueños son más fuertes y se llama con Iphone.

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