15 junio 2010

Llegados

De Paraguay llegó un día la señora que cuida de tu madre porque tienes cosas mejores que hacer. De Rumanía llegó un día el chico que pone alquitrán en las autopistas que el Ministro Blanco inaugura orgulloso ante la prensa. Y con él también vino su mujer, que se ensucia con las babas de otros por 20 euros el servicio.
De un pequeño pueblo de Etiopía llegó un día a la España prometida, el hombre que recoge las fresas en los invernaderos de El Ejido porque a los españolitos les duele mucho la espalda. Y con un visado de turista llegó un día para quedarse la mujer que 4 años después parió a su primer hijo español. Y España le quería tanto que un día se lo devolvió en una caja de pino, con una medalla al "honor" de morir por su patria, aunque nunca la sintiera del todo suya. La señora que limpia la casa, el obrero polaco de bajo coste y la chica que por 600 euros al mes pasa doce horas al día sirviendo hamburguesas. Y los anuncios humanos de venta de oro que el Ayuntamiento de Madrid prohibió por parecerles poco dignos, también llegaron un día a España con el legítimo derecho de progresar que a todo ser humano se le debiera permitir. Este es un país intolerante que se pinta la cara cuando el bolsillo le permite explotar a los que vienen de fuera, atraídos por una bonanza de la que difícilmente formarán parte. La España racista del "me están quitando el trabajo", pretende esconder los prejuicios hacia un color, unas ideas o unas costumbres que como ajenas, en lugar de complementarias, son percibidas como invasoras, porque así es más fácil echarle la culpa cuando se necesita alguien a quien culpar. La inmigración no es más que la respuesta a una demanda del mercado, por incompareciencia de los nacionales, poco dispuestos a trabajar según en que condiciones. Culpar al que viene de perder su integridad en un puesto de trabajo poco íntegro, es la forma que tienen algunos de descagar la frustración personal contra el blanco más fácil de todos.
Este país olvida y el nivel de desmemoria histórica rebosa, su pasado emigrante , de exiliado por fuerza mayor y de culpable de todo. Y es que los hombres, racistas de condición, a la hora de ser cabrones, paradójicamente, son todos iguales.

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