29 junio 2010

Imagine




Imagine vivir en un país donde la justicia social fuera ley. Un lugar donde aquellos que trabajan por el bien comunitario fueran respaldados por las instituciones públicas, aunque estas no recibieran retribución a cambio. Imagínelo y ahora recuerde que vive usted en España, esa que llaman del bienestar y que se sustenta con cuatro ladrillos mal puestos pero muy bien pagados. Como en este país el estar bien depende del número de zanjas que colapsen la ciudad, va a tener razón el alcalde y de Madrid al cielo y con tráfico denso. El modelo faraónico que le ha valido tres mayorías absolutas, ha entregado el poder local a Caja Madrid y el resto de las instituciones bancarias. No en vano son los mecenas que hacen viable la funcionalidad de un ayuntamiento endeudado hasta las cejas de Gallardón.
Quizás porque no entran dentro del cuerpo electoral o quizás por plantear un modelo diferente al establecido, el colectivo del Patio Maravillas se han convertido en los mayores enemigos de la democracia en Madrid. Por el legítimo derecho de ocupar lo inocupado, por rehabilitar uno de esos edificios abandonados que favorecen la especulación y transformarlo en un centro social, por organizar talleres didácticos gratuitos y por orientar a decenas de inmigrantes sin recursos, el Patio Maravillas fue desalojado porra en mano y sus representantes perseguidos por una justicia que no tiene nada de social. Imagine que vive usted en un país civilizado y a continuación abre los ojos, mire a su alrededor y empiece a contar ladrillos.

15 junio 2010

Llegados

De Paraguay llegó un día la señora que cuida de tu madre porque tienes cosas mejores que hacer. De Rumanía llegó un día el chico que pone alquitrán en las autopistas que el Ministro Blanco inaugura orgulloso ante la prensa. Y con él también vino su mujer, que se ensucia con las babas de otros por 20 euros el servicio.
De un pequeño pueblo de Etiopía llegó un día a la España prometida, el hombre que recoge las fresas en los invernaderos de El Ejido porque a los españolitos les duele mucho la espalda. Y con un visado de turista llegó un día para quedarse la mujer que 4 años después parió a su primer hijo español. Y España le quería tanto que un día se lo devolvió en una caja de pino, con una medalla al "honor" de morir por su patria, aunque nunca la sintiera del todo suya. La señora que limpia la casa, el obrero polaco de bajo coste y la chica que por 600 euros al mes pasa doce horas al día sirviendo hamburguesas. Y los anuncios humanos de venta de oro que el Ayuntamiento de Madrid prohibió por parecerles poco dignos, también llegaron un día a España con el legítimo derecho de progresar que a todo ser humano se le debiera permitir. Este es un país intolerante que se pinta la cara cuando el bolsillo le permite explotar a los que vienen de fuera, atraídos por una bonanza de la que difícilmente formarán parte. La España racista del "me están quitando el trabajo", pretende esconder los prejuicios hacia un color, unas ideas o unas costumbres que como ajenas, en lugar de complementarias, son percibidas como invasoras, porque así es más fácil echarle la culpa cuando se necesita alguien a quien culpar. La inmigración no es más que la respuesta a una demanda del mercado, por incompareciencia de los nacionales, poco dispuestos a trabajar según en que condiciones. Culpar al que viene de perder su integridad en un puesto de trabajo poco íntegro, es la forma que tienen algunos de descagar la frustración personal contra el blanco más fácil de todos.
Este país olvida y el nivel de desmemoria histórica rebosa, su pasado emigrante , de exiliado por fuerza mayor y de culpable de todo. Y es que los hombres, racistas de condición, a la hora de ser cabrones, paradójicamente, son todos iguales.