12 marzo 2010

Cuba, en el precipicio



La hipocresía planetaria, esa que condena al delincuente dependiendo de su pecunio y que dirige un grupo de instituciones autollamadas democráticas, ha centrado su obstinación moral en Cuba, porque la isla no tiene nada, salvo disidentes del agrado imperialista.
Al olor del cadáver de Zapata, los grandes parlamentos del mundo libre han cargado el verbo contra Cuba. El último buitre en sumarse al festín ha sido el siempre lejano Parlamento Europeo, que ha emitidio una resolución condenatoria exigiendo la libertad de los disidentes, que sorprende por su especial dureza, teniendo en cuenta la relación de amistad que el europarlamento mantiene con regímenes dictatoriales como China, Marruecos o Arabia Saudí. Aunque estos tienen dinero para suplir la falta de derechos.
La resolución supone la vuelta a la política opresora y aislacionista impulsada por Aznar y un revés para las intenciones del PSOE. Obligado a votar favorable a una resolución apoyada por amplia mayoría, el virage aznarista es una seria amenaza para las intenciones del que es el actual presidente de la Unión Europea, que pretende utilizar tan ilustre cargo para impulsar una política de diálogo con Cuba.
En el camino de un preceso de cambio necesario en la isla, que debe ser pacífico y ordenado, el gobierno socialista español está solo por ambos lados. Los unos, porque no pueden evitar meter las zarpas extranjeras y los otros, porque se sienten cómodos asentados en el aislacionismo. El gobierno cubano está desaprovechando la mejor oportunidad de su historia para evitar una situación límite tras la muerte de Fidel, que puede revertir en catastrófica para la continuidad de los ideales revolucionarios. Borracho de petróleo venezolano y a juzgar por las últimas declaraciones de Raúl Castro, también de verborrea, Cuba no está respondiendo a la relación de reciprocidad propuesta desde España, que no podrá soportar muchos muertos más. El trágico final para Guillermo Fariñas, nueva cara visible de la disidencia cubana, es inminente pero todavía evitable y su liberación, junto con el resto de los 27 disidentes enfermos, un sólido argumento para que España defienda en Estrasburgo.
El gobierno de Cuba se enfrenta a una disyuntiva que afecta al corazón mismo de la revolución. Tras cuarenta años de lucha contra el Golliat imperialista, ofreciendo una alternativa real al sistema capitalista, Cuba tiene que elegir entre ceder ante el enemigo o bien no hacer nada y esperar que los ideales revolucionarios perduren en un pueblo astiado que con el líder muerto, puede cansarse de luchar.
Por el bien de una revolución que algunos creemos será absuelta por la historia, libertad para Guillermo Fariñas y los 27 disidentes enfermos.

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