28 noviembre 2009

En memoria de Víctor Jara



Fue uno de los principales objetivos de los golpistas. No en vano era un librepensador, un intelectual y por lo tanto un enemigo potencial para el pensamiento único que empezaba a implantarse en el país. La sangre suicida de Allende todavía olía en el despecho presidencial del Palacio de la Moneda, cuando un grupo de militares secuestraron y asesinaron al cantautor chileno Víctor Jara. Han pasado más de tres décadas y el instigador de aquel crimen, que continuó matando durante 17 años de férrea dictadura, murió hace tres, plácidamente en su cama, impune y rodeado de su familia, tan sólo con algún pequeño sobresalto provocado por el juez español de siempre, al que pronto le pararon los pies. Pero la labor que la justicia no supo o mejor dicho, no quiso hacer, el tiempo y la historia se han encargado de enmendar, condenando a Augusto Pinochet al infierno eterno de los grandes genocidas. El mismo tiempo y la misma historia que ahora, con una justicia dispuesta a ejercer como tal, recupera del olvido a la que fuera la gran voz de Chile, silenciada impunemente durante años. Los tres militares que ejercieron como verdugos han sido detenidos y acusados y previsiblemente, serán condenados. Al menos ellos purgarán por sus pecados. Henry Kissinger, el tercer gran responsable intelectual del asesinato, seguirá el mismo destino que los otros dos y como ya hicieran Pinochet y Nixon, la calidez del hogar será su injusto lecho de muerte.
Tras el trámite imprescindible de la autopsia, que confirma lo que ya sabíamos (a Jara lo tirotearon) y desmiente lo que creíamos (no le cortaron las manos), el gobierno socialista de Michelle Bachelet, anuncia que la primera semana de diciembre y durante tres días, el país entero guardará luto ceremonial para dar sepultura con los honores merecidos a los restos del cantautor.
El hombre que cantaba verdaderes verdaderas, el canto de una loja, hasta el fondo de una tierra. Ahí donde todo llega y todo comienza vuelve a sonar, más fuerte que nunca, la voz de Víctor Jara.



Nota: En países como Chile, Argentina, Brasil o Alemania, los responsables y verdugos de las dictaduras han sido y están siendo juzgados. En España, 34 años después de la muerte de Franco, el partido político con mayor número de afiliados sigue sin condenar oficialmente el régimen y se niega a la retirada de los símbolos de exaltación pública y a la exhumación de los miles de fusilados que el franquismo sepultó en fosas comunes a lo largo de todo el país.


Foto: losqueibancantando

25 noviembre 2009

Día Internacional contra la Violencia de Género



En este mundo de desiquilibrios, más del 75% de la población está destinada a una vida de dolor y sufrimiento. En buena parte del planeta, la vida de un hombre es algo así como un recorrido anticipado por el purgatorio y si la cuestión de género sigue siendo un problema en el mundo más civilizado, en el menos, es un obstáculo insalvable que condena a la mujer directamente al infierno más caluroso.

Afganistán es uno de esos lugares donde los derechos individuales han perdido la batalla frente al fanatismo religioso, y ya se sabe, desde los tiempos de la desobediente Eva o la ramera María Magdalena, que la mujer es el eterno pecado carnal que toda religión debe combatir. Para muchas afganas el matrimonio es tan sólo una forma de tortura auspiciada por los varones de su propia familia, que ante la más mínima queja, lejos de intervenir, se apuntan a los golpes. Con un estado incapacitado y una sociedad subyugada por la fe, el suicidio se ha convertido en la única salida para muchas. Y como sí de una macabra representación de su vida se tratara, quemarse viva es la opción elegida por la mayoría.
Zahra también lo intentó, pero afortunadamente falló. Desde los 14 años su matrimonio de conveniencia funcionaba a base de golpes e incluso sus suegros, que de tal palo tal astilla, la intentaron envenenar con matarratas por un conflicto con unas tierras. Pero Zahra tuvo más suerte que las 73 mujeres que se quemaron a lo bonzo en Afganistán el año pasado y un día se cruzó en el camino con Suraya Pakzad.

En una entrevista concedida a ELPAÍS en Madrid, Suraya Pakzad confiesa que cuando viaja por Europa y EE.UU invitada por alguna ONG, piensa en las mujeres que tuvieron que sufrir para que su contemporáneas disfrutaran de la libertad por la que ella lucha ahora en Afganistán. Suraya es natural de Herat y eso es casi lo único que tiene en común con sus vecinas. Para empezar es una mujer culta y sus vecinas, como el 80% de las afganas son analfabetas, una circunstancia que facilita su esclavización. Suraya también fue casada muy joven, pero a diferencia de sus vecinas, su marido se queda en casa cuidando de los hijos mientras ella recorre el mundo publicitando su lucha. Suraya es en definitiva el objetivo de su causa hecho realidad, una mujer liberada que trabaja incansable por la liberación de las demás.
En 1988 creó la Voice of Women Organitazation, una organización que asesora y prepara a las mujeres para el acceso a un trabajo y que cuenta con una red de colegios clandestinos donde centenares de niñas reciben una educación, prohibida para ellas por la ley talibán. Además ejerce como abogada en el tortuoso proceso que supone divorciarse en Afganistán. Gracias a su trabajo, el número de suicidas afganas en Herat se ha reducido paralelamente al aumento de los casos de divorcio.


Una de esas mujeres asesoradas por Suraya es Zahra, que todavía hoy pelea por su libertad. Tras llegar a un acuerdo con su marido, este le concedió el divorcio y la custodia de sus nueve hijos a cambio de que no se volviera a casar. Pero un país donde las mujeres rara vez tienen acceso al mercado laboral, el matrimonio es casi un mecanismo de supervivencia al que Zahra tuvo que volver a recurrir. Cuando su ex marido se enteró, le arrebató a sus hijos.

Mientras apura la taza de café, la periodista de ELPAÍS se pregunta porque una mujer como ella, reconocida por la revista Times como una de las 100 personalidades más influyentes del planeta, no escapa junto con su familia de uno de los lugares más violentos del mundo. Suraya no esconde el miedo, pero confiesa que su libertad depende de un objetivo final que todavía está muy lejos y que le empuja siempre a regresara Afganistán, a pesar de que su rostro hace ya algunos años que está cubierto por una enorme diana. Los talibanes consideran su cabeza como un objetivo prioritario. No en vano, hace no tanto años, era una de las cuatro mujeres más importantes del país, hoy ocupa el primer puesto. Las otras cinco fueron asesinadas.
Meses atras, a pocos metros de su casa, un gobernador de Herat y su hijo adolescente fueron tiroteados a las puertas de su residencia, pero Suraya, más preocupada por la vida de su familia que por la suya propia, aunque temorosa ante un más que probable trágico final, días después de su vivita a España, regresó a su casa de Herat para continuar con una lucha que añora tiempos mejores, donde la opresión y la tortura sólo sean un mal recuerdo del pasado.

Hoy es el Día Internacional contra la Violencia de Género. En lo que va de año 50 mujeres han sido asesinadas en España, la última, hace unas horas.

17 noviembre 2009

Vinagre y Rosas



En estos tiempos de caos y ruido, mucho ruido, se divisa con alivio de luto, al fin, en el horizonte, la bandera negra del pirata cojo.
El Baudelaire con guitarra madrileña, que en realidad quería ser chica Almodóvar, ha vuelto de donde habita el olvido, pasados más de 19 días y 500 noches, buscando como siempre, desde la calle melancolía, la canción más hermosa del mundo. Tan joven y tan viejo, cumplidos ya los cuarenta y diez, con el aliento avinagrado y una rosa en la solapa, el hombre al que un día le robaron el mes de abril, regala ahora con pereza, tiramisú de limón, mientras sigue arrastrando su esqueleto por las entrañas de Madrid.
Pongamos que hablo de Joaquín
.

Foto: joaquinsabina.net

12 noviembre 2009

Burkas





Fotos: Plyngo and me y SabanetaSR

03 noviembre 2009

Adiós



Ha sido uno de los pocos al que se le rindió justo homenaje antes de morir. Al cumplir cien años, el Rey le hizo entraga de la Gran Cruz de Isabel la Católica y se organizó un almuerzo de gala en la Zarzuela con la presencia de los monarcas y los miembros del Gobierno.
Tres años después, ha muerto Francisco Ayala, hasta hace unas horas, posiblemente, la figura cultural viva más importante de las letras españolas. Autor de obras como
Cazador en el Alba, El Jardín de las Delicias o Muertes de Perro, donde denunciaba la vida de un pueblo oprimido por una dictadura, Ayala era un pensador y un humanista de nuestro tiempo, al que hoy su habitual copa de wisky no le ha funcionado como antaño. Premio Cervantes, Príncipe de Asturias y Nacional de Narrativa, miembro de la Real Academia Española y de la Academia Europea de Ciencias y Artes Europeas y sobre todo, como él mismo confesó, Hijo Predilecto de Andalucía y socio de honor de la asociación Granada Histórica. Porque si las letras españolas han perdido un brazo, las andaluzas han perdido los dos.
Y encima no tenemos a López Vázquez para reirnos un poco.
Descanse(n) en paz.

Foto: Bajo el signo de la libra