25 junio 2009

Yo también soy Sastre



Como era previsible, la derecha institucional y sus medios de comunicación arremeten de nuevo contra Alfonso Sastre y contra II-SP. No bastaban las calumnias del ministro de Interior, el esperpéntico intento de ilegalización por parte del Tribunal Supremo, el acoso mediático previo a las elecciones, el fraude electoral... Para los herederos del franquismo y los hijos políticos de los GAL, la disidencia real es algo que hay que eliminar a cualquier precio, por todos los medios legales e ilegales, legítimos e ilegítimos. Aun a costa de hacer el ridículo, que es el mayor peligro que corren los que abusan de un poder respaldado por el dinero y la fuerza bruta. Aun a costa del supremo ridículo que supone llamar “matón” a Alfonso Sastre por recordarnos algo obvio, algo que el Gobierno sabe mejor que nadie: que solo hay un camino para acabar con ETA, y que ese camino pasa por cambiar las condiciones objetivas que propician la aparición de nuevos militantes. Aunque mañana fueran detenidos todos los etarras, dentro de unos meses podría haber un nuevo comando listo para prolongar la espiral de la violencia. ¿Es una amenaza decir algo tan evidente? Parece ser que sí. Parece ser que la ancestral costumbre de los tiranos neuróticos sigue vigente en la “España democrática”, y matar al mensajero produce un cierto alivio entre los que piensan con las vísceras.

Pero esta vez no han medido sus fuerzas. Alfonso Sastre les viene demasiado grande, les queda demasiado alto, y a los que lanzan hacia él su sucia baba, como a los que escupen al cielo, les caerá en la cara. Somos muchos y muchas -y no todos “radicales”, como le gusta llamarnos al poder- los que vemos en Sastre un imprescindible referente de lucidez, valor y dignidad, un ejemplo a seguir en lo intelectual y en lo ético. Somos muchos y muchas los que, como Sastre, pedimos una solución pacífica y dialogada al denominado “conflicto vasco”; lo cual supone, por supuesto, el cese de los atentados, pero también el cese de las torturas (denunciadas insistentemente por la o­nU, Amnistía Internacional y más de cuarenta organizaciones de todo el Estado español), de la represión desmedida y de la llamada “guerra sucia”, que no es más que otro nombre del terrorismo de Estado. Somos muchos y muchas los que, ante este nuevo intento de criminalización de la inteligencia que un Millán Astray habría capitaneado con fervor, diremos -decimos ya- “Yo también soy Sastre”.

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Vía: KaosenlaRed
Foto: Larioja.com

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