23 abril 2009

El discurso de Gervasio Sánchez

Gervasio Sánchez es un periodista y fotógrafo cordobés de 40 años, especializado en reporterismo de guerra, que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en conflictos de América Latina, estando tambien presente en la primera guerra del golfo, o el cerco a Sarajevo de 1992 entre otros.
En 1995 con la participación de Manos Unidas, Médicos Sin Fronteras e Intermón Oxfon, puso en marcha el proyecto fotográfico "Vidas Minadas", acerca del impacto de las minas antipersonas en las vidas de ciudadanos de países como Afganistán, Angola o Camboya. El año pasado una de las fotografías de este proyecto, titulada Sofía y Alia (foto), fue la ganadora del premio Ortega y Gasset de periodismo, en la categoría de periodismo gráfico.

Durante la entrega del galardón y ante la presencia entre otros de la vicepresidenta De la Vega, el alcalde Ruiz Gallardón, la presidente Esperanza Aguirre, varios ministros y demás autoridades políticas, Garvasio Sánchez pronuncio un discurso, que a juzgar por la poca trascendencia que tuvo en su momento en la prensa, no debío ser muy del agrado de los ilustres presentes.

Hoy me ha llegado un correo con el dircurso, que a continuación reproduzco. Aún queda gente.

Estimados miembros del jurado, señoras y señores.

Es para mí un gran honor recibir el premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por ELPAIS, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco a Sarajevo.

Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.

No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermón Oxfam, Manos Unidas y Médicos sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas, al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martin Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, el camboyano Sokherum Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.

Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película "Cuentos de la luna pálida" de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el Presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me averguenzo de mis representantes políticos.

Pero como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español, tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.

Muchas gracias

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